El término Montecarlo no es solamente el nombre del casino más importante de la historia, si no que corresponde en realidad a una de las tres zonas en la que se divide el Principado de Mónaco.
Casi siglo y medio después de su fundación Montecarlo sigue siendo una referencia en cuanto a casinos se refiere. A pesar de no contar con la espectacularidad de los grandes casinos americanos, la atracción que Montecarlo ejerce sobre amantes o no del juego es tal, que la visita a sus instalaciones constituye por sí mismo un atractivo turístico. Hoy todavía sigue siendo uno de los motores principales de la economía monegasca. Entrar en el casino de Montecarlo no significa solamente tentar a la suerte, si no entrar en la leyenda de un lugar único e irrepetible.
Debido a que el principado no tenía recursos, en el siglo XIX buscando una salida económica a imitación de las ciudades alemanas que prosperaban gracias a las salas de juego, el príncipe Carlos III de Mónaco firmó el día 31 de Marzo de 1860 un acuerdo con François Blanc para la explotación del juego de azar durante 50 años, a cambio de la cantidad de 1,7 millones de francos, 50.000 francos anuales más el 10 por ciento de las ganancias obtenidas. Este intento de obtener ganancias económicas a través del juego no era el primero, pues ya se hicieron en 1856 otros que no prosperaron.
A partir de la firma del acuerdo, François Blanc funda con capital propio la "Societé des bains de mer", gestora del casino y actualmente vigente. No obstante, con la visión de futuro que le caracterizaba da entrada al capital de inversores privados como el Obispo de Mónaco y el Cardenal Pecci, quién en el futuro sería el Papa León XIII. En julio de 1886, en unas colinas aisladas llamadas "les Spélugues" inaugura el primer casino, en la ceremonia el Príncipe Carlos III rebautiza las colinas como Montecarlo en su propio honor.
François Blanc sigue la misma línea empresarial que la que llevó en Homburg, destacando el gran lujo de las instalaciones. Así mismo funda alrededor del casino numerosas infraestructuras destinadas a la comodidad de los jugadores, entre las que destacan el Café de Paris y el Hotel de Paris, en su época estos establecimientos no eran comparable a nada en todo el mundo en cuanto a lujo se refiere. Dota al casino de suntuosos jardines y mejora, consciente de su importancia las comunicaciones prolongando la vía férrea Paris-Niza hasta Mónaco, y posteriormente hasta Montecarlo, obteniendo además la concesión de las obras.
Tanto François Blanc como su familia, su esposa Marie y su hijo Camille, supieron aprovechar el trabajo de los mejores arquitectos de finales del siglo XIX entre ellos Charles Garnier quién acababa de construir la Opera de Paris, o el arquitecto francés Jules Touzet, estos artistas tenían un desarrollado sentido del espacio. Crearon vastas salas en las que cada uno de los paneles eran cedidos a importantes artistas plásticos de la época, pintores y escultores crearían una impresión de uniformidad entre las imponentes dimensiones de cada una de las salas, los temas pictóricos contribuyen también a esta uniformidad, ya que el más predominante es la belleza y elegancia femenina. Dependiendo de los pintores o las épocas, esta evocación de la belleza femenina varía desde el academicismo del atrio hasta la fantasía de la "sala blanca".
La fachada principal es obra del arquitecto francés Jules Touzet, está conformada con un bloque anterior con una marquesina de hierro forjado y dos pabellones cubiertos de cúpulas recubiertas de cerámica encuadrando la entrada. De 1890 à 1892, cada una de sus torres tenía un reloj, de los cuáles uno daba la hora de Mónaco y el otro la de Paris, ello justifica la presencia de las dos estatuas del escultor italiano Fabio Stecchi tituladas la "Seine" y "Mediterráneo". Otras dos estatuas del mismo artista ornaban la fachada en 1890, se titulaban "el día" y "la noche" pero fueron retiradas y destruidas por el artista.
La fachada lateral derecha fue uniformada en 1906 por el arquitecto Arthur Demerlé, quién la coronó con una elegante balaustrada corta interrumpida con esculturas de bronce representando genios con antorchas, así como por figuras representando las cuatro estaciones.
El casino fue rentable desde su apertura, el primer año los ingresos suman 800.000 francos. Tres años más tarde se superan los dos millones de francos. En 1870 los beneficios anuales superan los cinco millones de francos, lo que permite al Príncipe Carlos abolir cualquier tipo de impuestos en el principado de Mónaco.
A pesar del conflicto Franco-Prusiano de 1870, el juego sigue explotándose en Alemania hasta el día 31 de diciembre de 1872, cuándo el Canciller Bismarck ordena el cierre de todas las casas de juego. Cuando en 1877 cierra el último casino alemán, el de "Saxon-les-Bains", el casino de Montecarlo goza del monopolio del juego de azar en toda Europa hasta 1907 en que vuelve a legalizarse en Francia. A principio del siglo XX, el Casino de Montecarlo era un destino de moda para los ricos y famosos de la época, personalidades como Sergei Diaghalev, director del "Ballet Russe" de París, el tenor italiano Enrico Caruso y el Rey Eduardo VII de Inglaterra eran asiduos clientes del establecimiento.