Antes de que existieran los casinos los juegos de azar se desarrollaban en la calle, casas particulares y algunas tabernas. La proliferación de pícaros, fulleros y tahúres estaba a la orden del día, ya que no existía un control sobre el reglamento de los mismos. Percatados los gobiernos de las posibilidades económicas que suponía el control del juego de azar, aparecieron las primeras casas de juego o tahurerías, (en la España medieval), por lo que el mismo tendió a desaparecer de las calles.
Qué duda cabe que Italia tiene mucho que ver en la génesis de lo que hoy definimos como casino. El primer establecimiento público entendido como tal fue el Ridotto de Venecia. No es pues extraño que también el término empleado para nombrar a estos establecimientos provenga del idioma italiano. El término casino deriva de la palabra italiana "cazino" que se usaba para referirse a una casa pequeña en el campo, muchos nobles venecianos de la época contaban con estas casas en las que se reunían y donde popularizaron los juegos de azar como forma de diversión. Por asociación el término se usó hasta el siglo XVIII para referirse a un lugar en el que se juega. Fue en 1850 cuando el término adquiere su significado actual como establecimiento dedicado en exclusiva a los juegos de azar como negocio. En algunos países como Inglaterra y Dinamarca el término se usaba también para referirse a lugares de esparcimiento en los que además se llevaban a cabo actividades culturales o se practicaba deporte o teatro como en el caso del casino de Copenhague.
El Ridotto, término que procede de la palabra italiana ridurre cuyo significado es "reducido", en el sentido de privado, cerrado, restringido, estaba situado en la plaza de San Moisés de Venecia, en el palacio del Noble Dandolo. Fue inaugurado por las autoridades venecianas durante los carnavales de 1638, (siendo procurador de San Marcos Pietro Sagredo, elegido el 19 de febrero de 1638). El motivo de su apertura se debió a que creyeron imposible prohibir los juegos, (especialmente naipes y dados), que proliferaban por calles, plazas y puentes, los cuales eran frecuente motivo de quejas por los problemas que generaban. Aunque según su acta de constitución era un lugar público, en la práctica solo los nobles podían acceder al mismo, dadas las altas apuestas mínimas y las exigentes normas de acceso en cuanto a vestimenta, se exigía capa y sombrero de tres picos, así como el uso de máscara para acceder a los juegos. No obstante, el lugar era además visitado por prostitutas, proxenetas, usureros, delatores, y adictos al juego, por lo que eran frecuentes los altercados. Tal era la pasión que generaban los juegos de azar que era frecuente que algún aristócrata se librara del servicio militar a cambio de dinero entregado a un jugador desesperado que se comprometía a realizarlo en su lugar.
Permanecía abierto desde el 26 de diciembre al miércoles de ceniza, aunque podía empezar el primero de octubre y acabar durante la Cuaresma. Los juegos ofrecidos por el Ridotto fueron el Biribí o Biribisso, la Blanca y la roja, el Zurlo, la Venturina, la Bassetta, el más popular, y más tarde en 1750, el Faraón, juego que un siglo después tuvo gran implantación en el oeste americano. Por primera vez los jugadores se enfrentaban como en los casinos de la actualidad a una banca permanente. Esta era llevada por nobles venidos a menos como los del clan Barnabotti. Los banqueros eran los únicos que permanecían en el lugar sin las máscaras de rigor, luciendo pelucas y togas nobiliarias en un vano intento de aparentar honradez. Se establece por primera vez la ganancia de la banca o expectativa matemática, que otorga a largo plazo una inequívoca ventaja a la misma, lo que significa el nacimiento de los juegos llamados de contrapartida, ya que hasta el siglo XVI los juegos eran equitativos para todos los jugadores. Este modelo de negocio, es decir el ofrecimiento del juego como diversión, (por parte de una banca con una ventaja establecida), a cambio de seguridad frente a las trampas ha perdurado hasta nuestros días.
Entre sus visitantes célebres se cuentan entre otros Jean-Jacques Rousseau, John Law, Lorenzo Da Ponte y Giacomo Casanova, este último menciona al Ridotto en algunas de sus obras.
El Ridotto se cerró el 27 de noviembre de 1774 a instancias de la proposición que hizo Giorgio Pisani, noble veneciano reformista: "ciérrese el Ridotto para preservar la piedad, la disciplina y el comportamiento cívico". A pesar de que tres cuartas partes del Gran consejo votó en contra de la aprobación de esta ley, la misma para sorpresa de todos salió inexplicablemente aprobada con el voto favorable de las tres terceras partes de los miembros de este consejo. A este hecho se le conoció cáusticamente como el milagro de San Marcos. Para conmemorar el cierre se acuñó un medallón que mostraba por una cara una sala vacía con mesas y cartas por el suelo, por la otra, el león de San Marcos despedazando a un jugador caído junto a su máscara dinero y naipes. Cerrado el Ridotto, se prohibió cualquier tipo de juego de azar, encomendándose la aplicación de la ley a los inquisidores ya que eran los únicos con medios, poder y autoridad para intentar hacerla cumplir. Fue el primer establecimiento al que podemos llamar casino.
Pintores como Tiepolo, Pietro Longhi, y Francesco Guardi inspiraron sus claroscuros en el Ridotto.
En el siglo XIX se popularizaron lugares de esparcimiento a los que acudían las clases pudientes de la época, nobles y aristócratas, más tarde lo harían empresarios, artistas y herederos de grandes fortunas. En 1762-63 en Bélgica, concretamente en Lié un establecimiento llamado Spa la Redoute incorporó los juegos de azar a su programa de entretenimiento, por lo que es considerado el primer casino de la era moderna. Le seguiría el casino Kurhaus en Baden Baden, (Alemania), inaugurado en 1848 por Edouard Benazet y Homburg dirigido por François Blanc también en la misma época.
A estos grandes casinos les sucedió en fama el de Montecarlo, dirigido por François Blanc, que se convertiría en la referencia del lujo para las grandes fortunas de la época. Su creación motivada en parte por las dificultades económicas por las que atravesaba el principado fue todo un acierto, aprovechando la prohibición en Francia de los juegos de azar en 1837.
El resurgimiento actual de los casinos se inicia en América del norte. Los primeros locales parecidos a nuestros actuales casinos fueron los famosos saloons popularizados por el cine del oeste, éstos eran muy numerosos en lugares como St. Louis, Nueva Orleans, Chicago o San Francisco. En estos locales hizo furor en un primer momento la ruleta, las trampas en la misma eran frecuentes por lo que por este motivo perdió popularidad. Posteriormente a la ruleta se implantó el juego del faro que se convirtió en el juego por excelencia, siendo ampliamente aceptado. Durante las décadas de 1920 a 1930 el juego de azar estuvo prohibido en Estados Unidos, no siendo hasta 1932 cuando Las Vegas y Reno obtienen permiso para explotar el juego, iniciándose entonces la época de los grandes casinos actuales. En 1978 Nueva Jersey permitió el juego en Atlantic City, convirtiéndose esta ciudad en el segundo destino turístico de juego más importante de EEUU. A pesar de que Las Vegas es la ciudad de los casinos por excelencia, no le corresponde el honor de contar con el más grande ya que el mismo se sitúa en la región china de Macao, región que cuenta con el mayor número de jugadores e ingresos por casinos del mundo, se trata del Casino Sands, cuya superficie es de 65.000 metros cuadrados. Posee 740 mesas y 1250 máquinas tragaperras.
En la actualidad la popularidad de los casinos ha creado posturas encontradas frente a instituciones como la religión o algunos gobiernos conservadores que consideran el juego de azar como algo socialmente nocivo. La prohibición de los juegos de azar se ha demostrado inútil a lo largo de la historia, proliferando en estas circunstancias el juego ilegal y el crimen organizado en la disputa por su control. Los casinos son hoy una fuente de riqueza para los países que permiten su instalación, estando éstos sometidos a un riguroso control reglamentario y fiscal. El último paso en el desarrollo de los casinos está produciéndose todavía en la actualidad, ya que desde la década de los 90 del siglo XX, internet posibilita la creación de casinos online. Estos casinos no han dejado de evolucionar al tiempo que se elaboran nuevas normas para su control. Ya no es necesario desplazarnos físicamente al local para acceder a las emociones del juego, los siempre avispados empresarios de esta industria han decidido llevar el casino hasta nuestro hogar. Según una consultora británica se estima en 15.000 millones de euros el volumen de negocio de estos casinos durante 2008.
El mundo del juego de azar, los casinos y jugadores han sido fielmente retratados por la literatura de los siglos XVIII y XIX encontrándose múltiples y tempranos ejemplos. Se observa una clara diferencia entre las novelas del siglo XVIII, en las que destaca el romanticismo que envuelve al juego y al jugador, así como la consecución de un afortunado golpe de suerte por parte de este último. Algunos autores de esta época fueron Smollett, Richardson, Austen, Fielding o Edgeworth. Sin embargo, las novelas del siglo XIX, ponen de manifiesto la maldición del juego de azar, sus efectos ruinosos sobre la economía y salud de las personas. Un ejemplo de este tipo de novelas es "Mónaco", de 1878, cuyo autor fue Marcel Emants, en la que éste se interesa por la psicología de la adicción y el comportamiento compulsivo del jugador. Otro ejemplo en clave autobiográfica es "El jugador" del literato Fedor Dostoiesvki.
También el cine se ha interesado por el mundo de los casinos y cuánto les rodea, exponiendo desde distintos puntos de vista esta realidad social. Algunas películas con la trama centrada en el mundo de los casinos son:
1946 Lady Luck de Edwin L. Marin
1955 Bob Le Flambeur de Jean-Pierre Melville
1960 Oceans 11 de Lewis Milestone
1961 The Honeymoon Machine de Richard Thorpe
1966 Kaleidoscope de Jack Smight
1967 Casino Royale de John Huston
1974 The Gambler de Karel Reisz
1974 California Split de Robert Altman
1976 The killing of a Chinese Bookie de John Cassavetes
1980 Atlantic city de Louis Malle
1985 Lost in America de Albert Brooks
1990 Havana de Sydney Pollack
1991 Bugsy de Barry Levinson
1993 Indecent proposal de Adrian Lyne
1995 Casino de Martin Scorsese
1997 Hard eight de Paul Thomas Anderson
1998 Croupier de Mike Hodges
1999 The Runner de Ron Moler
2000 Reindeer games de John Frankenheimer
2000 Rasty faces de David Paul Baker
2001 3000 Miles to Graceland de Demian Lichtenstein
2001 Oceans 11 de Steven Soderbergh
2003 The good thief de Neil Jordan