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CAPITULO IV, REFLECTORES
Reflectores variados:
Entre los varios tipos en que se suministraban los reflectores existían algunos asociados a monedas o a rulos de monedas de diferentes valores. Existen otros construidos de tal modo que pueden unirse a un fajo de billetes de banco, la manera en que se usan se comprenderá fácilmente, por lo tanto, no es necesario nada más que mencionarlos. Existe además el accesorio descrito en el catálogo como "reflector unido a máquina" que puede llevarse a voluntad a la palma de la mano con facilidad. Este se describirá en el apartado dedicado a los holdout, ya que pertenece a este tipo de accesorios.
El más diminuto y difícil de usar de todos los reflectores es uno poco conocido incluso entre tahúres, el reflector de mondadientes, (tooth pick reflector) (1). En este caso el espejo es uno verdaderamente diminuto adaptado en ángulo en el interior de un gran mondadientes. Excepto por su tamaño es similar al reflector de pipa anteriormente descrito. Huelga decir que la extrema pequeñez de la imagen formada por un espejo tan pequeño excluye de su uso a cualquiera que no sea un tahúr experto con una vista excelente.
Descripción: la "m" en la figura 23 indica la posición que ocupa el espejo en el interior del mondadientes. El noble pájaro de cuya ala se ha quitado la pluma para tan indigno propósito bien podría exclamar: ¡en que usos tan bajo podemos acabar!
fig. 23
El tahúr que haya adoptado este accesorio entrará a la habitación en la que los jugadores se reúnen, masticando su mondadientes como siguiendo la moda Piccadilly de hace unos años. Una vez sentado a la mesa deposita el mondadientes con el extremo puntiagudo hacia él, su espejo entra entonces en funcionamiento del mismo modo que el de la pipa reflectora antes descrito.
Otro tipo de reflector muy útil al tahúr en un juego mano a mano, es el mencionado en el catálogo, destinado a permanecer detrás de una pila de fichas o chips que están sobre la mesa. puede parecerle al novato que ocultar un espejo de este modo es algo difícil. Indudablemente ese sería el caso de usarse un único montón de fichas. Sin embargo, colocando dos montones de fichas uno junto al otro la dificultad desaparece. Con fichas de tres centímetros de diámetro existe un gran espacio entre las dos pilas de fichas, si se encuentran juntas como para ocultar un espejo lo suficientemente grande. El espejo en este caso se monta a modo de cuenta hilos, asemejándose precisamente a una pequeña bisagra, cuando la misma se abre se muestra el reflector. Se fija en un ángulo adecuado y simplemente se coloca sobre la mesa, ya sea tras las pilas de fichas o de un fajo de billetes como se ha explicado anteriormente. Si el tahúr desgraciadamente se ve obligado a desprenderse de las fichas o los billetes, circunstancia que nunca debiera darse, entonces el reflector puede cerrarse y retirase con facilidad. Es un maravilloso y elegante accesorio que bien merece atraer la atención de los compradores, (Ver anuncios).
En relación con el tahurismo, como en cualquier otra rama del arte ya sea sagrado o profano, legal o ilegal, un hecho es claramente notable. No importa que mejoras puedan hacerse ni que cantidad de complejidad pueda añadirse a cualquier sistema o accesorio inventado para satisfacer sus necesidades, la práctica de sus principales exponentes siempre tiende a la simplicidad de funcionamiento, existiendo muy pocas excepciones a esta regla. Las mentes más privilegiadas se contentan con usar los métodos más simples. Tenga en cuenta que no se trata del más fácil si no del más sencillo. Las herramientas más simples son generalmente las más difíciles de usar que aquellas más complejas. Un gran pintor sin más herramientas que su espátula y su pulgar produce un trabajo que no puede ser imitado por un hombre de inferior talento, aunque tuviera a su disposición todas las existencias de Rowney, Winsor o Newton. De igual modo el experto en tahurismo con un espejo sin montar y un poco de cera de zapatero ganará más dinero que un zoquete que cuente con el mejor holdout jamás adaptado a un reflector. Es la calidad del hombre la que cuenta, no la de sus herramientas.
Cabe entonces preguntarse si los accesorios son mejores cuánto más simples, ¿por qué no se usan éstos en lugar de aquellos más complicados? Sería lo mismo que preguntarse por qué un organillero dedica toda su vida a producir música preestablecida por la máquina en lugar de dedicar su tiempo a aprender a tocar un instrumento. La respuesta es la misma para ambos casos, simplemente la máquina se hace para sustituir a la habilidad. La máquina o accesorio puede adquirirse por más o menos dinero, mientras que la habilidad requiere de toda una vida de práctica. El zoquete por lo general no se inclina por el trabajo duro, si no que prefiere situaciones que carezcan de él y en las que el trabajo menos molesto sea además hecho por otra persona. Esta máxima explica la demanda actual de accesorios para hacer trampas, ya que trasladan la responsabilidad del éxito o fracaso al fabricante de los mismos. Esto deja al tahúr la libertad de obtener cuánta habilidad le plazca o por el contrario de desprenderse de ella en su totalidad.
De acuerdo con los mejores expertos de América, el método anteriormente citado del espejo sin montar y la cera de zapatero es con mucho la mejor forma de usar un reflector. Simplemente mediante la cera se une el espejo a la mano, cerca de su borde. En esta posición los índices de las cartas modernas que suelen encontrarse en las esquinas pueden leerse con facilidad, además colocado en este lugar el espejo puede usarse con mucha seguridad, ya que está fuera de la vista. La mayoría de tahúres parecen preferir el punto medio entre la simplicidad de este método y la complejidad del reflector unido a un holdout. Por tanto, el más popular parece ser el reflector de mesa, aunque el mismo no es el más adecuado para juegos con muchos participantes, ya que hay demasiada gente tanto a la derecha como a la izquierda del operador. Sin embargo, para partidas mano a mano en las que el tahúr no tiene la oportunidad de servirse sus propias cartas su uso es invaluable.
Suponiendo por el momento que el lector fuera un tahúr, para usar el reflector de mesa procedería de la siguiente manera:
En primer lugar, debería "cazar su liebre", es decir encontrar al bobo adecuado y tal vez pueda usted persuadirle de que le invite a su club. Estando manos a la obra indudablemente encontrará usted el medio de convencerlo de participar en un juego de azar, "sólo para pasar el rato". El bobo piensa sin duda que está a salvo, ya que se usarán las barajas de su club, además es muy probable que pertenezca a la categoría de lo que se conoce en el mundo del tahurismo como un primo volador, (fly-flat), es decir un tonto que se considera sabio y que se imagina que sabe lo suficiente sobre las trampas como para descubrir a cualquiera que pretenda engañarle. Si algo es seguro es que un tahúr siempre está más seguro en manos de alguien que cree saber mucho. La prueba siempre demostrará que su saber se limita a un conocimiento incompleto de alguna de las formas más antiguas de manipulación, cosas ya dejadas de lado por obsoletas por cualquier persona práctica. Por lo tanto, si se anticipa a la trampa, se condicionará erróneamente y estará esperando que suceda algo muy distinto a lo que en realidad va a suceder. Estando su mente condicionada por ideas fijas, se preocupa o fija su atención en asuntos y aspectos en realidad irrelevantes. Se convierte así en una presa fácil para el tahúr. Una vez conseguida esta ganga, debe usted seleccionar una mesa en la que pueda elegir el asiento adecuado que le permita estar sentado con su espalda contra la pared. Fijará usted su reflector justo bajo el borde de la mesa y convencerá al incauto para participar en un juego de Poker mano a mano. Si sabe usted lo que se hace debería desplumarlo o mejor dicho despellejarlo de todo aquello de valor.
Notas: 1 El mondadientes que John Nevil Maskelyne describe, como es lógico ha pasado a la historia. Para una mejor comprensión de lo que en el texto se expone aclarar que el mismo constaba de un cálamo o cañón de la pluma de un ave. Por lo visto, tras las comidas era de suma educación andar masticando semejante trasto.
2 El auténtico tahúr no necesita más que dinero y técnica para realizar su trabajo. La realidad es que muchos de los accesorios para hacer trampas están destinados a pseudo tahúres, además en una gran proporción nunca han sido probados en el juego real. La oferta es amplia y variada porque la demanda generada por estos aficionados es igualmente amplia. Por lo general se trata de jugadores que buscan hacer dinero fácil sin tomarse la molestia de aprender las técnicas de tahurismo necesarias. Perciben el accesorio de tahurismo como una solución simple a su falta de habilidad, por lo general tras comprarlo queda olvidado como una mera curiosidad.